Tras 18 años como detective en el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD), se había retirado apenas el pasado marzo. Su sueño era celebrar la vida.

La noche del colapso, lo hacía junto a su primo. Hoy, su historia forma parte de las más de 220 vidas truncadas en la tragedia que sacudió a la capital dominicana.

Tenía 53 años, un carácter alegre, un historial limpio de entrega, y una hermana que lo describe como su mentor y el alma de su familia.

María Gómez, aferrada al dolor, contó que pasaron al menos 40 horas sin saber de su hermano, esperando frente al sitio del desastre, desesperados, hasta que una intervención en medios les permitió dar finalmente con él.

“Era muy querido, muy compasivo, defensor de las mujeres“, expresó su hermana, visiblemente afectada pero firme al señalar lo que considera una gestión lenta en las labores de rescate.

Desde el primer día intentó volar desde Estados Unidos, pero problemas con su pasaporte se lo impidieron. Mientras tanto, se mantenía atenta a cada reporte, cada nombre revelado, cada rumor, buscando una señal concreta.

Lo que encontró fue desolador. Además de enfrentar la pérdida, la familia tuvo que lidiar con un hecho indignante: su hermano fue hallado sin identificación alguna.

María denunció que alguien le sustrajo la cartera y sus documentos, lo que retrasó aún más su identificación y los obligó a cancelar todas sus tarjetas bancarias.

“Fue horrible”, dijo. “No había identidad dentro de sus bolsillos. Le robaron”. Esa indignación se suma a una frustración más amplia hacia las autoridades y los responsables del establecimiento, a quienes María culpa por una tragedia que, en su opinión, pudo evitarse.

Emmanuel no estaba solo esa noche. Compartía con su primo hermano Gabriel Jiménez, de 46 años, cuando el techo del icónico centro nocturno cedió sin previo aviso.

La escena, descrita por testigos, fue de caos total, sin rutas de salida habilitadas y con un colapso estructural que aún hoy es objeto de investigaciones.

Desde hoy, su nombre forma parte de un listado que duele leer pero que es necesario recordar. Un dominicano en el exterior que entregó su vida al servicio policial en Nueva York, y que regresó a su tierra para celebrar su retiro, sin imaginar que su historia terminaría bajo toneladas de concreto y luto nacional.