Estaba en su celda, esperando ser ejecutado, y pidió como un últi…Ver más

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Estados Unidos, uno de los países con mayor número de personas encarceladas en el mundo, enfrenta una realidad que ha generado controversia, críticas internacionales y profundas reflexiones sobre su sistema judicial: al menos 79 menores de 14 años se encuentran cumpliendo cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

La cifra, revelada por organizaciones defensoras de los derechos humanos como Human Rights Watch y Equal Justice Initiative, ha encendido el debate sobre la justicia juvenil y los límites morales del castigo penal en la nación norteamericana.

Los casos que alimentan esta estadística son tan diversos como perturbadores. Algunos menores fueron acusados de homicidio durante asaltos, otros por complicidad en crímenes donde ni siquiera accionaron un arma. En la mayoría de los casos, provienen de comunidades marcadas por la pobreza, el abandono, el racismo estructural y la violencia doméstica.

Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de Lionel Tate, arrestado a los 12 años por la muerte de una niña de 6 años mientras simulaban una pelea de lucha libre. Aunque su sentencia fue revisada años después, su caso abrió la discusión sobre el juicio y castigo a menores como si fueran adultos.

“La condena a cadena perpetua para niños viola los principios más básicos de la justicia y de los derechos del niño”, afirma Juan Méndez, exrelator de la ONU contra la tortura. “Estos menores no han terminado de desarrollarse emocional, mental ni moralmente. Someterlos a una vida entera en prisión equivale a negarles cualquier posibilidad de redención o rehabilitación.”

En contraste, las autoridades judiciales de varios estados argumentan que ciertas acciones, aunque cometidas por menores, tienen consecuencias tan graves que merecen las máximas penas. Estados como Florida, Michigan y Pennsylvania encabezan la lista de estados con más niños sentenciados a perpetuidad.

El Tribunal Supremo de EE.UU. ha emitido fallos relevantes en la última década. En 2012, declaró inconstitucional la imposición obligatoria de cadena perpetua a menores, y en 2016, decidió que esta prohibición también debía aplicarse retroactivamente. Sin embargo, muchas sentencias aún no han sido revisadas.

Organizaciones civiles continúan luchando por la revisión de estos casos y la implementación de políticas más humanas. Proponen alternativas como la justicia restaurativa, programas de reintegración social y revisiones periódicas de sentencias.

“La infancia debería ser un espacio de aprendizaje y redención, no una celda sin llave”, expresa Bryan Stevenson, abogado defensor de derechos civiles. “Cuando condenamos a un niño a morir en prisión, estamos diciendo que es incapaz de cambiar, y eso va en contra de toda lógica humana y científica.”

En medio de una sociedad que debate constantemente sobre la justicia, la seguridad y la segunda oportunidad, el caso de los 79 menores condenados a cadena perpetua recuerda que la humanidad de una nación también se mide por cómo trata a sus hijos más vulnerables.