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Anahí Iglesias Zúniga

La enfermera Anahí Iglesias Zúniga, de apenas 23 años, fue hallada sin vida en su habitación en Sonaguera, Colón, Honduras, tras años de denunciar sin éxito los abusos que sufrió desde la infancia.

La causa de su fallecimiento sería una presunta intoxicación autoinfligida, aunque personas cercanas aseguran que su muerte fue consecuencia directa de la indiferencia, el abandono y la revictimización sufridos dentro de su propio hogar.

Anahí era madre de gemelos, trabajadora de la salud y una sobreviviente de abusos sexuales, físicos y psicológicos que, según sus propias declaraciones públicas, comenzaron cuando tenía apenas ocho años.

El presunto agresor fue su hermano mayor, quien, pese a ser denunciado cuando Anahí cumplió 21 años, fue capturado apenas días antes de su muerte.

La joven nunca recibió apoyo por parte de sus padres, quienes, según testimonios de allegados, convivían con el agresor y optaron por ignorar los constantes llamados de auxilio de su hija.

Los hechos tuvieron lugar en el municipio de Sonaguera, departamento de Colón, al norte de Honduras. El cuerpo de la joven fue encontrado sin vida en su casa, en avanzado estado de descomposición, lo que sugiere que había pasado al menos un día sin que nadie notara su ausencia.

El caso de Anahí se ha viralizado en redes sociales como símbolo de la violencia intrafamiliar silenciada, la negligencia parental y la falta de respuesta institucional oportuna.

Sus videos en TikTok, donde narraba el sufrimiento vivido durante años, revelan una historia de lucha, soledad y abandono que refleja una problemática estructural de impunidad en casos de abuso sexual en el entorno familiar.

A través de publicaciones en redes sociales, la voz de Anahí comenzó a cobrar notoriedad poco antes de su muerte.

En uno de sus últimos mensajes grabados, expresó: “Este es mi testimonio. Lo hago público porque no quiero que nadie más pase lo que yo viví”.

Sin embargo, ni la denuncia formal ni la exposición pública fueron suficientes para frenar el sufrimiento que la acompañó durante más de una década.

Amigos y personas cercanas aseguran que el entorno familiar contribuyó al desenlace. “Murió por la indiferencia, por el abandono de quienes debieron protegerla, por vivir en un lugar donde nadie escuchaba”, comentó una amiga en su funeral.

Otro testimonio añadió: “La trataban como si fuera culpable, y ahora que está muerta, ni siquiera lloran”.

Además, fuentes próximas indicaron que los gemelos que Anahí criaba eran fruto del incesto, y ambos presentaban complicaciones médicas derivadas del abuso continuado. A pesar de ello, la joven nunca dejó de luchar por ellos ni de buscar justicia.

El fallecimiento de Anahí Zúniga ha generado conmoción entre usuarios de redes sociales y defensores de derechos humanos. Su historia representa a muchas otras niñas y jóvenes que, como ella, son silenciadas por quienes deberían protegerlas, enfrentando estigmatización, incredulidad y abandono.

Hoy su nombre resuena como un llamado urgente para que las instituciones tomen medidas efectivas contra la violencia sexual y el abuso intrafamiliar en Honduras y en toda la región.