😞Acaba de Fallec3r la joven de 26 años que fue alcanzada por una…Ver más

“Acaba de fallecer la joven de 26 años que fue alcanzada por una… ”

La noticia cayó como un rayo en medio de un cielo que, hasta ayer, parecía tranquilo.
Apenas unos minutos después de que los paramédicos confirmaran lo inevitable, el silencio se extendió por todo el barrio… un silencio que dolía, que pesaba, que parecía arañar el alma misma de quienes conocían a la joven de la imagen.

Tenía solo 26 años, la edad donde todavía se sueñan futuros largos, la edad donde se hacen planes sin pensar que el tiempo pueda romperse de un momento a otro. Era de esas muchachas que iluminaban una habitación sin hacer ruido, sin buscar protagonismo. Su sonrisa era suave, casi tímida, pero sincera. Y hoy, inexplicablemente, ya no está.

Yo lo supe por los gritos.

Estaba en la cocina cuando escuché la voz desgarrada de su madre atravesar la calle como una ráfaga de dolor imposible de ignorar. Salí corriendo. Varias personas ya estaban reunidas afuera de la casa, sin saber qué decir, sin saber cómo ayudar. Solo miraban hacia adentro, donde la mujer se sostenía la cabeza con las manos, repitiendo una y otra vez:

“¡No mi niña, no mi niña… por favor Dios, no mi niña!”

Fue entonces cuando alguien murmuró lo que nadie quería escuchar:

“La alcanzó… no logró sobrevivir.”

Y la frase se quedó suspendida en el aire, como una sombra que cubrió a todos.

La tragedia había ocurrido apenas horas antes. Ella estaba caminando de regreso a casa, con su bolso al hombro y una botella de agua en la mano. Nada anormal. Nada fuera de lo común. Pero la vida tiene esa manera cruel de girar sin avisar…

Un vehículo perdió el control a unos metros de donde ella iba. La gente que lo vio solo alcanzó a gritar. Algunos aseguran que el conductor venía distraído, otros piensan que fallaron los frenos… pero lo único seguro es que el auto salió disparado hacia la acera, y ella, que ni siquiera tuvo tiempo de girar, fue golpeada con una fuerza devastadora.

Los vecinos corrieron. Yo también. La encontramos tendida en el suelo, consciente apenas, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de miedo. Ella trataba de hablar, pero cada intento era como un susurro atrapado entre el dolor y la desesperación.

“¿Mi mamá…? ¿Mi mamá sabe?” murmuró con un hilo de voz.

Recuerdo haberle tomado la mano. Tenía los dedos fríos.

“Ya viene, mi niña… ya viene.” fue lo único que pude decirle mientras la ambulancia llegaba.

Los paramédicos trabajaron rápido, pero la expresión en sus rostros ya adelantaba lo que ninguno de nosotros quería aceptar. Su madre llegó corriendo, descalza, llorando, y se arrodilló a su lado. Ese momento… ese instante… es algo que jamás voy a olvidar mientras viva.

En el hospital, los pasillos estaban llenos de familiares, amigos y personas que simplemente la apreciaban. Todos esperaban noticias con el corazón apretado. Las horas pasaban lentas, pesadas, angustiosas. Algunos rezaban. Otros no hablaban en absoluto.

Hasta que finalmente, un médico salió con la mirada baja.

Nadie tuvo que preguntarle nada.
La respuesta estaba escrita en sus ojos.

Su madre cayó al suelo. Su hermana gritó. Su novio, que había llegado minutos antes, se cubrió la cara y se apoyó contra la pared como si el mundo se estuviera derrumbando encima de él.

Y tal vez sí se estaba derrumbando.

Porque una vida tan joven, tan llena de sueños, se había apagado en un segundo…

En ese instante, nadie habló del conductor, ni de la policía, ni de responsabilidades. Solo había un dolor inmenso que envolvía a todos. Un dolor que aún ahora, mientras escribo, sigue latente.

Por la noche, el barrio entero se iluminó con velas. La gente salió a la calle en silencio, algunos con flores, otros simplemente con lágrimas en los ojos.
El aire olía a tristeza, a incredulidad… a despedida.

La joven que ayer reía, que bailaba con sus amigos, que planeaba un viaje para fin de año, hoy es un recuerdo que duele.
Un golpe del destino.
Un instante fatal que le arrebató todo sin dar oportunidad de luchar.

Y mientras su madre abrazaba la fotografía que ahora circula en redes, solo repetía:

“Mi niña no merecía esto… mi niña tenía tanto por vivir…”

El mundo, por un momento, pareció detenerse.

Y todos entendimos cuán frágil es la vida.
Cuán injusto puede ser el destino.
Y cuán profundo puede doler una ausencia de apenas horas.

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