🚨SIC4RI0S INTENTAN ENTRAR A COAHUILA… Y LOGRAN ESCAPAR ENTRE BALAZ0S AL VER A LOS POLICÍAS DE COAHUILA⚠️

🚨SIC4RI0S INTENTAN ENTRAR A COAHUILA… Y LOGRAN ESCAPAR ENTRE BALAZ0S AL VER A LOS POLICÍAS DE COAHUILA⚠️

El polvo todavía flotaba en el aire cuando las patrullas avanzaban lentamente por la brecha. Era uno de esos recorridos que, en apariencia, no traen sorpresas, pero que los elementos de la Policía de Acción y Reacción saben que pueden cambiar en un segundo. El silencio del campo, interrumpido solo por el motor de las unidades y el crujir de la tierra seca bajo las llantas, parecía advertir que algo no estaba bien.

Fue entonces cuando todo se rompió.

En la brecha conocida como Rancherías, en el municipio de Hidalgo, dos camionetas aparecieron de frente. No eran vehículos cualquiera. Iban cargadas de hombres armados, miradas frías, dedos tensos sobre los gatillos. No hubo palabras. No hubo advertencias. Solo el estruendo de los primeros disparos que hicieron eco en el monte, como si la tierra misma gritara.

Las balas comenzaron a volar sin piedad. El intercambio fue brutal, rápido, caótico. Los policías respondieron de inmediato, buscando cobertura, cuidándose unos a otros, sabiendo que cada segundo podía ser el último. El humo, el ruido metálico de los disparos y la adrenalina lo cubrieron todo.

La primera camioneta no resistió la presión. Sus tripulantes, acorralados, la abandonaron en plena huida. Corrieron entre la maleza disparando mientras escapaban, dejando atrás más que un vehículo: armas largas, cartuchos regados en el suelo, chalecos antibalas tirados como testigos mudos del enfrentamiento. El monte se los tragó, pero no pudo borrar la escena de terror que dejaron.

La segunda camioneta fue distinta. No dudó. Aceleró con furia, disparando mientras se internaba por las brechas, perdiéndose entre los caminos de tierra como un fantasma armado. El sonido del motor se fue apagando a la distancia, dejando un silencio pesado, cargado de tensión e impotencia.

Cuando todo terminó, el suelo quedó marcado. Una camioneta Chevrolet doble cabina asegurada. Armas, municiones, equipo táctico. Pruebas claras de que no se trataba de un simple intento de cruce, sino de una amenaza real, insistente, decidida a entrar a Coahuila a cualquier costo.

No hubo detenidos. Y eso fue lo que más pesó.

Entre los habitantes de la zona comenzó a crecer la preocupación. No solo por lo ocurrido, sino por lo que significa: grupos criminales intentando forzar su entrada, desafiando a las autoridades, disparando sin miedo, escapando entre la maleza. La sensación de que el peligro ronda, de que puede volver en cualquier momento.

Por eso, tras el enfrentamiento, el movimiento no se detuvo. PAR, AIC y corporaciones federales desplegaron un megaoperativo. Patrullas recorriendo caminos, brechas vigiladas, miradas atentas en cada cruce. La noche cayó, pero nadie bajó la guardia.

Porque en Coahuila saben que cada intento frustrado no es el final, sino una advertencia. Y que la línea que separa la calma del caos puede romperse en cualquier instante.

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