🚨Personal militar asegura y destruye 99 expløsiv0s hechizos en #Escuinapa
El sol apenas comenzaba a levantar la bruma sobre los caminos de terracerĂa en Escuinapa. El silencio del monte era engañoso, de esos silencios que no transmiten paz, sino advertencia. Cada paso podĂa ser el Ăşltimo, cada movimiento debĂa pensarse dos veces. No era un dĂa cualquiera. Bajo esa tierra reseca, aparentemente inofensiva, se escondĂa la muerte.
Los elementos militares avanzaban con cautela, con el peso del chaleco, del casco, del equipo… y tambiĂ©n con el peso invisible de la responsabilidad. SabĂan que no estaban ahĂ solo por una misiĂłn más. Estaban ahĂ para evitar que alguien —un civil, un niño, un campesino, un policĂa— perdiera la vida sin siquiera saber por quĂ©.
Uno de ellos se arrodillĂł lentamente. Sus manos, firmes pero conscientes del peligro, comenzaron a retirar la tierra. Cada centĂmetro revelado aceleraba el pulso. No habĂa margen para el error. No se trataba de una bala, ni de un enfrentamiento directo. Se trataba de explosivos hechizos, artefactos improvisados diseñados para mutilar, para matar, para sembrar terror sin rostro.
Noventa y nueve. Noventa y nueve artefactos escondidos como trampas silenciosas, esperando a que alguien pasara por el lugar equivocado en el momento equivocado. Noventa y nueve oportunidades de tragedia que estuvieron a punto de convertirse en historias de luto.
Mientras los especialistas trabajaban conforme al protocolo, el ambiente era tenso. No habĂa palabras innecesarias. Solo señas, miradas, respiraciones contenidas. Cada explosivo localizado era una mezcla de alivio y rabia. Alivio por haberlo encontrado a tiempo. Rabia por saber que alguien los colocĂł sin importar a quiĂ©n pudiera alcanzar.
El procedimiento de destrucciĂłn fue meticuloso. Nada se dejaba al azar. Cuando finalmente las detonaciones controladas rompieron el silencio del monte, no fueron explosiones de miedo, sino de alivio. Cada estallido significaba una amenaza menos, una posibilidad menos de dolor para Escuinapa.
Pero incluso después de que el humo se disipó, quedó una sensación amarga. Porque aunque esos 99 explosivos ya no existen, la realidad es que alguien los fabricó, alguien los colocó y alguien más pudo haber muerto por ellos. La violencia no desaparece con una sola acción, pero se contiene, se enfrenta, se retrasa… y a veces, se salva una vida.
En ese momento, bajo el sol ya más alto, los militares se levantaron del suelo con el cansancio reflejado en el cuerpo y la mirada. No habĂa aplausos, no habĂa cámaras celebrando. Solo la satisfacciĂłn silenciosa de haber cumplido con su deber, de haber ganado una batalla invisible que casi nadie verá, pero que muchos sentirán al seguir con vida.
Escuinapa volviĂł a respirar un poco más tranquilo ese dĂa. No porque el peligro haya terminado, sino porque 99 amenazas ya no volverán a despertar jamás.
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