Miren esto es grave COE acaba de emitir una alerta en toda RD por… Ver más
El silencio antes de la tormenta siempre es lo que más miedo da. No es el ruido, no es el viento, no es la lluvia golpeando los techos de zinc. Es ese momento previo, cuando el cielo se vuelve extraño, cuando el mar parece respirar más lento y las nubes se arremolinan como si estuvieran pensando algo que aún no se atreven a decir. Y justo en ese instante, alguien prende el televisor, revisa el celular… y aparece esa frase que paraliza el pecho: “Miren esto es grave…”
La imagen lo dice todo sin decir nada. Un mapa del Caribe cubierto de nubes densas, blancas y grises, girando con una intención que no necesita palabras. Líneas rojas y naranjas marcando una trayectoria que no es un simple dibujo: es un camino posible, un futuro incierto avanzando sobre el mar. Bahamas, Cuba, Jamaica… nombres conocidos, tierras que ya han sentido antes el golpe del viento y del agua. Y en el centro de la atención, la República Dominicana, señalada no con un punto fijo, sino con una sombra de probabilidad, de riesgo, de espera.
A un lado, el rostro serio de un hombre con uniforme. No sonríe. No dramatiza. Su expresión es firme, cargada de responsabilidad. Es la cara de alguien que sabe que cada palabra que se diga —o que se calle— puede significar tranquilidad o pánico para millones. Al otro lado, otro rostro, traje formal, manos levantadas como intentando explicar lo inexplicable, como si quisiera detener con gestos algo que no se puede tocar: un fenómeno que no respeta fronteras ni discursos.
“Miren esto es grave…” no es una frase cualquiera. Es la frase que hace que una madre piense en dónde dormirá su hijo esta noche. Es la frase que hace que un pescador mire su bote con preocupación, preguntándose si mañana seguirá ahí. Es la frase que hace que alguien recuerde tormentas pasadas, noches sin luz, agua entrando por debajo de la puerta, radios encendidos con pilas gastadas, rezos en voz baja mientras el viento aúlla afuera.
La alerta del COE no llega para asustar, llega para despertar. Para decirnos que el peligro no siempre avisa con gritos, que a veces se anuncia con mapas, con colores, con trayectorias que cambian de un momento a otro. Porque eso es lo más inquietante: la incertidumbre. Hoy la línea va por aquí, mañana se mueve unos kilómetros, pasado mañana nadie sabe. Y mientras tanto, la isla entera contiene la respiración.
En muchos hogares de la RD, la escena se repite. Alguien dice: “¿Viste la noticia?” Otro responde: “Sí, dicen que hay alerta”. Se revisan ventanas, se aseguran techos, se guardan documentos importantes en fundas plásticas. No porque ya esté pasando, sino porque podría pasar. Y ese “podría” pesa más que cualquier certeza.
El mar, ese mismo mar que da vida, turismo, comida y belleza, ahora aparece oscuro, revuelto, lleno de espirales gigantes vistas desde el cielo. Desde arriba, parece arte abstracto; desde abajo, es fuerza pura. Las nubes no tienen rostro, pero en la imagen parecen observar, avanzar lentamente, como si midieran el momento exacto para acercarse más.
Hay quienes recuerdan otros nombres, otras fechas. Tormentas que llegaron cuando nadie las esperaba. Huracanes que cambiaron rutas en el último minuto. Lluvias que parecían normales y terminaron desbordándolo todo. Por eso, cuando se ve esta imagen, no se ve solo el presente: se ve el pasado y se teme el futuro.
El hombre del uniforme representa la alerta, la preparación, la organización. El del traje representa la explicación, la advertencia, la voz que intenta traducir la ciencia en palabras comprensibles. Ambos, desde lugares distintos, comparten el mismo peso: saber que la naturaleza no negocia.
Y mientras tanto, la gente sigue con su vida, pero con un ojo puesto en el cielo y otro en la pantalla. Los colmados siguen abiertos, pero se venden más velas y agua de lo normal. Las calles siguen llenas, pero las conversaciones giran en torno a lo mismo. “Ojalá pase lejos”. “Que solo sea lluvia”. “Dios nos cuide”.
Esta imagen no muestra destrucción, pero la sugiere. No muestra tragedia, pero la recuerda. Es una advertencia congelada en el tiempo, un instante donde todavía todo es posible: tanto el alivio como el desastre. Y ahí está la gravedad del asunto. No en lo que ya ocurrió, sino en lo que podría ocurrir.
Por eso, cuando alguien dice “Miren esto es grave”, no está exagerando. Está leyendo entre líneas, entre nubes, entre trayectorias. Está entendiendo que la prevención no es miedo, es respeto. Respeto por la naturaleza y por la vida.
La alerta está emitida. El mapa está ahí. El cielo se mueve. Y la República Dominicana, una vez más, espera, observa y se prepara, sabiendo que en estas situaciones, estar atentos puede marcar la diferencia entre una historia que se cuenta con alivio… o una que se recuerda con dolor.
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