
La noche del 8 de abril quedó grabada en la memoria de Maribel como el instante en que todo cambió. “Fue un estruendo. En lo que pregunté ¿qué fue?, ya yo estaba debajo de los escombros, protegida por el cuerpo de mi esposo”, relató entre lágrimas, mientras espera noticias sobre la salud de su compañero de vida, Danel Vera Pichardo, quien permanece ingresado con estado reservado.

El impacto del desplome fue tan repentino, que apenas hubo segundos para reaccionar. En medio del caos, Danel se abalanzó sobre ella para cubrirla con su cuerpo, enfrentando la caída directa del techo y salvándole la vida en el acto.
“Lo operaron del fémur y le transfundieron nueve pintas de sangre”, reveló la sobreviviente, con el rostro marcado por la angustia.
Este testimonio revela otra arista del drama humano que dejó la tragedia, evidenciando no solo la magnitud del colapso estructural, sino también las historias de sacrificio que emergieron en cuestión de segundos. Maribel, aún atónita, repite que sin la acción de su esposo, “hoy no estuviera contando esto”.

Mientras las autoridades continúan con las investigaciones para determinar responsabilidades y prevenir una catástrofe similar, desde los centros de salud donde permanecen decenas de personas heridas, familiares como Maribel esperan aferrados a la esperanza, contando los minutos para reencontrarse con quienes luchan por recuperarse.
Desde hoy, los testimonios como el de Maribel y Danel reafirman el rostro humano de la tragedia, una que desbordó lo estructural para instalarse en el alma de un país que exige respuestas y justicia.