Joven voluntario en el Jet Set se acerca a periodista y pide ayuda al Presidente
El joven, cuya identidad se mantiene en reserva por respeto a su privacidad, relató entre sollozos que el peso emocional del desastre lo tiene completamente desbordado.
“No he podido dormir. Siento que mi cabeza va a explotar, y mi familia ya no sabe cómo ayudarme”, confesó mientras sus manos temblaban, evidenciando un agotamiento que va más allá del físico.

Aunque no tiene familiares entre las más de 221 víctimas del trágico colapso, el contacto diario con los escombros, los sobrevivientes, y el dolor latente en cada rincón del lugar, ha dejado secuelas invisibles pero profundas.
Desde la noche del suceso, el joven ha asistido sin falta, guiado por un deseo inquebrantable de servir, pero también arrastrado por una carga emocional que se ha vuelto insoportable.
“Yo soy paciente psiquiátrico”, reveló con valentía. “Pero esto… esto ha sido demasiado para mí. No me siento bien y no quiero empeorar”.

Su testimonio, transmitido con la crudeza de quien ya no puede ocultar su fragilidad, se convirtió en un llamado directo a las autoridades de salud mental del país.
La periodista Aris Beltré, visiblemente conmovida, confirmó que muchos voluntarios, socorristas e incluso familiares de las víctimas están atravesando crisis emocionales silenciosas que aún no han sido atendidas.
Este caso, en particular, expone la urgencia de una respuesta institucional que no solo se centre en las cifras, sino en los efectos colaterales que una tragedia de esta magnitud deja en la población.
Desde hoy, organismos de atención médica y psicológica están llamados a implementar brigadas de intervención emocional en el área afectada. Los ciudadanos que han brindado su apoyo en estos días deben ser evaluados, acompañados y protegidos.
El caso de este joven pone sobre la mesa una verdad innegable: no hace falta perder a un ser querido para quedar marcado por el dolor colectivo.