Riesgos de tener relac!ones por…Ver más
La imagen no grita, no llora, no se mueve… pero dice todo.
Está ahí, silenciosa, mostrando lo que casi nadie quiere ver y lo que muchas personas prefieren ignorar hasta que el dolor ya no permite seguir fingiendo.
Un cuerpo por dentro, vulnerable, inflamado, herido.
Un cuerpo que alguna vez fue sano… y que hoy paga el precio de decisiones tomadas sin información, sin cuidado o sin protección.
Todo comienza casi siempre igual.
No hay miedo.
No hay dolor.
No hay señales claras.
Solo una sensación de confianza… o de descuido.
“Solo fue una vez.”
“No pasa nada.”
“Conmigo no va a ocurrir.”
Pero el cuerpo sí recuerda.
Primero es algo leve. Una incomodidad mínima que se confunde con cansancio. Un ardor que aparece y desaparece. Un flujo distinto, un olor extraño que se justifica con estrés o cambios hormonales. Nada urgente. Nada alarmante.
Hasta que deja de ser silencioso.
La imagen lo muestra sin filtros:
Inflamación.
Infección.
Tejidos irritados.
Zonas que deberían estar protegidas, ahora expuestas y luchando contra bacterias que no pidieron permiso para entrar.
La vagina, que normalmente es una barrera fuerte, empieza a perder su equilibrio. El pH cambia. Las defensas bajan. Y entonces aparece la vaginitis.
Picazón. Ardor. Dolor. Vergüenza.
Muchas callan. Muchas aguantan. Muchas sienten culpa en lugar de buscar ayuda.
Pero la infección no se queda quieta.
Nunca lo hace.
Sube.
Avanza.
Se extiende.
El cuello uterino se inflama. Cervicitis.
Dolor durante las relaciones. Sangrados inesperados. Sensación de presión interna.
Y aun así, muchas siguen. Por miedo. Por costumbre. Por no incomodar.
El cuerpo sufre en silencio.
Más arriba, las trompas de Falopio también se ven afectadas.
Ahí es donde el daño puede volverse irreversible.
Infecciones profundas. Cicatrices internas. Riesgo de infertilidad. Embarazos ectópicos. Dolor crónico.
La imagen no exagera.
La imagen advierte.
Cada zona inflamada es una historia no contada.
Cada lesión es una noche de dolor que nadie vio.
Cada palabra técnica esconde lágrimas, consultas tardías, diagnósticos que llegan cuando el daño ya está hecho.
Y lo más duro…
Es que muchas veces todo empezó por no saber, por no preguntar, por no protegerse.
No se trata de juzgar.
No se trata de miedo.
Se trata de conciencia.
El cuerpo no es invencible.
La confianza no elimina bacterias.
El amor no sustituye la protección.
Y el silencio nunca ha sido una solución.
Esta imagen no busca asustar.
Busca despertar.
Porque cuidarse no es exagerar.
Porque informarse no es desconfiar.
Porque protegerse es un acto de amor propio.
Y porque escuchar al cuerpo a tiempo puede marcar la diferencia entre una molestia pasajera…
y una consecuencia que dure toda la vida.
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