Sólo quería ver a sus hijas; pareja de su ex lo m4t4 a bal… Ver más

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La calle estaba casi vacía cuando cayó la noche. El asfalto todavía guardaba el brillo húmedo de la lluvia reciente y las luces de las patrullas, más adelante, pintaban destellos azules y rojos sobre las paredes. Nadie imaginaría que en ese lugar común, donde pasan autos y gente sin detenerse, se estaba cerrando una historia marcada por el amor más simple y más fuerte: el amor de un padre por sus hijas.

Él solo quería verlas.

No llevaba armas. No llevaba rabia. Llevaba ilusión. Llevaba ese nudo en el pecho que sienten los padres separados cuando cuentan los días para un abrazo, para escuchar un “papá” dicho bajito, para confirmar que, aunque todo haya cambiado, el vínculo sigue ahí. Caminó hasta ese punto con la esperanza de siempre, creyendo que nada malo podía pasarle por hacer lo correcto.

Pero alguien más estaba esperando.

La tensión no se ve en las fotos, pero se siente. Está en el aire pesado, en el silencio raro antes de la tragedia. Un intercambio de palabras. Miradas duras. Celos acumulados, resentimientos mal enterrados. Lo que empezó como una visita terminó convirtiéndose en una escena que nadie debería presenciar.

Los disparos rompieron la noche sin aviso. Secos. Definitivos. No hubo tiempo de correr, ni de explicarse, ni de pensar en nada más que en el impacto y en el suelo acercándose demasiado rápido. Su cuerpo quedó tendido sobre el pavimento frío, mientras la vida se le escapaba en segundos que parecieron eternos.

A unos metros, las sirenas ya se escuchaban. La cinta amarilla llegó después, como siempre. Demasiado tarde. Policías, curiosos, teléfonos grabando desde lejos. El ritual triste de cada tragedia. Pero en el centro de todo, había un hombre que ya no se movería más… y dos niñas que no entenderían por qué su papá no volvió.

Dicen que antes de morir murmuró sus nombres. Nadie sabe si es cierto, pero todos quieren creerlo. Porque pensar que sus últimos pensamientos fueron para ellas es lo único que da un poco de consuelo en medio del horror. Él no murió por una pelea. No murió por venganza. Murió por querer cumplir su rol de padre.

Las patrullas se fueron. La calle volvió a quedarse en silencio. Al día siguiente, la vida siguió como si nada. Pero para esa familia, el tiempo se detuvo para siempre. Habrá cumpleaños sin abrazos, preguntas sin respuestas, noches en las que alguien mirará el techo preguntándose cómo explicar lo inexplicable.

Esta no es solo una noticia más. Es el recordatorio brutal de cómo los conflictos mal manejados, los celos y la violencia pueden arrebatar lo más valioso. Porque al final, él no era un titular. Era un papá. Y lo único que quería… era ver a sus hijas.

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