#ÚLTIMAHORA 🔴 Riñ4 entre marinos desat4 balacer4 afuera de la Décima Segunda Zona Naval de #PuertoVallarta ⚓⚓

#ÚLTIMAHORA 🔴 Riñ4 entre marinos desat4 balacer4 afuera de la Décima Segunda Zona Naval de #PuertoVallarta ⚓⚓

El reloj estaba a punto de marcar las seis de la tarde cuando la calma habitual de la avenida Francisco Medina Ascencio se rompió de forma abrupta. A esa hora, Puerto Vallarta suele respirar entre el tránsito lento, el sonido del mar a lo lejos y la rutina de quienes regresan a casa. Nadie imaginaba que, justo afuera de la Décima Segunda Zona Naval, el orden y la disciplina se verían sacudidos por una escena tan inesperada como perturbadora.

Todo comenzó como algo aparentemente menor. Una discusión. Palabras elevadas. Miradas tensas entre dos elementos de la Marina en el área de ingreso del personal al destacamento. Nada que, en apariencia, no pudiera resolverse con unos minutos de distancia y silencio. Pero esa tarde, algo se rompió. Algo escaló más allá de lo permitido, más allá de lo imaginable dentro de una institución donde el control y la jerarquía lo son todo.

En cuestión de segundos, la riña se transformó en caos. El sonido seco de los disparos cortó el aire y congeló a quienes se encontraban cerca. La balacera se desató justo frente a las instalaciones navales, un lugar que simboliza seguridad y orden. El contraste fue brutal. Donde debería haber disciplina, hubo violencia. Donde debería haber control, hubo sangre.

Dos marinos cayeron heridos. La escena quedó marcada de inmediato: manchas de sangre sobre la banqueta, objetos personales regados como piezas de una historia que nadie quería contar. Un arma de fuego quedó tirada en la calle, abandonada, muda, pero cargada de significado. Cerca de ella, un cuchillo. Un tenis solitario. Una mariconera. Prendas de ropa esparcidas sin orden, como si el tiempo se hubiera detenido justo después del estallido.

Los minutos posteriores fueron de confusión total. Elementos navales aseguraron la zona con rapidez, acordonando el carril lateral de norte a sur de la avenida, desde Isla Iguana hasta el cuartel. Nadie podía pasar. Nadie podía acercarse. El tránsito quedó paralizado y las miradas curiosas se mezclaban con el miedo y la incredulidad. ¿Cómo algo así podía ocurrir ahí? ¿Cómo una riña interna podía terminar en disparos a plena luz del día?

Los marinos heridos fueron trasladados de inmediato a un hospital para recibir atención médica. Hasta ahora, no se han dado a conocer detalles sobre su estado de salud ni sobre el origen exacto del conflicto. El silencio oficial pesa, y ese silencio alimenta las preguntas. Porque cuando la violencia surge desde dentro, las respuestas se vuelven más difíciles.

Mientras tanto, peritos y personal federal comenzaron el levantamiento de indicios. Cada casquillo, cada mancha, cada objeto olvidado en el suelo era registrado con precisión. No se trataba solo de esclarecer lo ocurrido, sino de entender cómo se llegó a ese punto. La escena, fría y acordonada, parecía hablar por sí sola: algo falló antes del primer disparo.

Puerto Vallarta, ciudad acostumbrada a mostrar su rostro turístico y tranquilo, fue testigo de un episodio que deja una sensación incómoda. No por el número de heridos únicamente, sino por lo que representa. La fragilidad humana incluso dentro de instituciones rígidas. La tensión acumulada que, cuando no se contiene, explota de la peor manera.

Al caer la tarde, la zona seguía resguardada. Las luces comenzaban a encenderse y el eco de los disparos aún parecía flotar en el ambiente. La ciudad retomaba poco a poco su ritmo, pero la imagen de la balacera frente a la Zona Naval quedaba grabada en la memoria colectiva como un recordatorio inquietante: el uniforme no inmuniza contra el conflicto, y el peligro, a veces, no viene de afuera.

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