¡Urgente! Severa tormenta eléctrica ahora se mueve para …Ver más

“¡Urgente! Severa tormenta eléctrica ahora se mueve para…”

Nunca olvidaré ese cielo.
Un cielo que parecía vivo, respirando furia, hinchándose con cada minuto como si guardara algo que estaba a punto de romperse. Era cerca de las 4:20 de la tarde cuando los primeros truenos hicieron temblar las ventanas de todo el pueblo.
Los niños dejaron de jugar, los perros comenzaron a ladrar y la gente empezó a mirar hacia arriba con una mezcla de miedo y presentimiento.

Yo estaba en la cocina cuando escuché a mi vecino gritar desde la calle:

“¡Cierren las puertas! ¡Algo fuerte viene hacia acá!”

Salí corriendo y lo vi señalando el horizonte. Primero pensé que era solo una tormenta más de esas que azotan en temporada, pero entonces lo vi:
una columna delgada, oscura, bajando lentamente desde las nubes hasta tocar la tierra.
Un tornado, formándose justo frente a nuestros ojos.

El viento empezó a soplar con tanta fuerza que sentí cómo me empujaba hacia atrás.
Las hojas, las ramas, hasta las láminas de los techos comenzaron a volar.
Y entonces, sin aviso, se escuchó ese rugido profundo que muchos describen como el sonido de un tren acercándose a toda velocidad.

No era un tren.
Era la naturaleza rugiendo con toda su fuerza.

Las casas, una por una, empezaron a desmoronarse.
Se escuchaban gritos, choques metálicos, vidrios rompiéndose… una sinfonía de destrucción imposible de olvidar.
Yo corrí hacia mi familia y los metí debajo de la mesa más resistente, mientras afuera el mundo parecía deshacerse.

Algunos segundos después —que parecieron horas— el tornado cruzó el pueblo como un monstruo enfurecido, dejando un camino de madera rota, autos volteados y silencio.
Un silencio tan denso que lastimaba.

Salimos con cuidado, pero nadie estaba preparado para lo que vimos.
Las calles estaban irreconocibles.
Los árboles, arrancados de raíz.
Las casas, reducidas a esqueletos torcidos.
El aire olía a tierra, a polvo, a miedo.

Y al fondo, todavía en el horizonte, la tormenta seguía avanzando… lenta, poderosa, como si buscara su próximo destino.

Los equipos de rescate comenzaron a llegar minutos después.
Los vimos correr entre escombros, buscando sobrevivientes, gritando nombres, levantando pedazos de madera, sacando a personas que lloraban, que temblaban, que no entendían qué había pasado.

Una madre caminaba sin rumbo, con la ropa desgarrada, gritando el nombre de su hijo.
Un anciano se sentó frente a lo que había sido su casa, sosteniendo una foto cubierta de polvo.
Un perro gemía al no encontrar a su dueño.

Yo me quedé helado, sintiendo el peso de lo que acabábamos de vivir.
Sabía que había sido solo el inicio.

Porque mientras nosotros buscábamos salvar lo que quedaba, los meteorólogos reportaban algo que heló aún más la sangre de todos:

“La tormenta eléctrica se está moviendo hacia nuevas zonas habitadas… y con mayor intensidad.”

Aquello no había terminado.
La nube oscura seguía creciendo, moviéndose como un gigante imparable.
Las sirenas comenzaron a sonar, las radios anunciaban evacuaciones urgentes, y la gente corría tratando de salvar lo poco que le quedaba.

El cielo volvió a iluminarse con un rayo que cayó tan cerca que hizo vibrar el suelo.
El viento aumentó.
El aire cambió de temperatura.

La tormenta venía otra vez, y esta vez nadie sabía si tendría piedad.

Me acuerdo de haber mirado atrás, hacia mi pueblo destruido, y luego hacia adelante, hacia el camino que debíamos tomar para escapar.
Todo estaba borroso por el polvo y las lágrimas.

Y mientras avanzábamos, todos repetían la misma pregunta:

“¿Hasta dónde llegará?”

No había respuesta.
Solo el sonido lejano del cielo partiéndose en dos, y la sombra del tornado moviéndose como un espectro hacia su próximo destino.

Lo único claro era que esa noche, cientos de vidas cambiarían para siempre.

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