😱😱Encuentr4n a esta joven sin v1da por solo ser…Ver más

😱😱 “Encontr4n a esta joven sin v1da por solo ser…”

(HISTORIA FICTICIA – PERSONAJES NO REALES)

La madrugada en San Mireya siempre ha sido fría, silenciosa, casi inmóvil.
Pero aquella noche… aquella noche el viento parecía traer un murmullo extraño, como si la tierra misma quisiera anunciar algo antes de que fuera demasiado tarde.

Yo soy Miguel Aranda, reportero independiente desde hace quince años, y creí haber visto todo lo que un corazón humano puede soportar.
Pero nada —absolutamente nada— me preparó para lo que ocurrió con Lía Montel, la joven que todos en el pueblo recordaban como la muchacha de la sonrisa tímida y los sueños enormes.


I. LA LLAMADA QUE DESPERTÓ AL PUEBLO

A las 4:17 de la madrugada mi teléfono vibró.
Era Doña Perla, la vecina más antigua del barrio.

—“Miguel… encontraron a una muchacha… allá, por los pastizales… creo que es Lía.”

Su voz temblaba.
No era miedo.
Era la imposibilidad de aceptar lo que estaba diciendo.

Tomé mi libreta, mis llaves y salí sin siquiera cerrar la puerta.
Las sirenas ya iluminaban el cielo, rebotando contra las hojas de los árboles.


II. EL LUGAR DONDE TODO SE DETUVO

Cuando llegué, el aire olía a humedad y silencio.
Los agentes habían acordonado la zona, pero todos los vecinos se agrupaban detrás de la cinta amarilla, aferrándose a una última esperanza.

Lía había desaparecido la tarde anterior.

Había salido a entregar un encargo —una simple caja de dulces que ella misma preparaba para ahorrar dinero y pagar sus estudios de enfermería—.
Nunca volvió.

Lo que más conmovía no era la escena en sí, sino la pequeña zapatilla blanca encontrada junto a ella…
una zapatilla que no era de Lía.
Una que ella guardaba desde hace años, recuerdo de su hermanito fallecido.

Ella la llevaba consigo como amuleto, como promesa de que nunca dejaría atrás a los que amaba.


III. ¿POR QUÉ?

Esa era la pregunta que latía en el aire.
¿Por qué alguien querría hacer daño a una joven que ni siquiera sabía alzar la voz?
¿Por qué quitarle el futuro a alguien que apenas empezaba a vivir?

Un oficial se acercó a mí con cautela.
Lo conozco desde hace años; sé leer sus ojos.

—“Miguel… parece que todo fue por una razón absurda. Injustificable. Ella fue atacada solo por… por defender a una amiga.”

Se me heló la sangre.

Lía siempre fue así:
frágil por fuera, valiente por dentro.
Cuando vio a su amiga siendo acosada, intentó intervenir.
Intentó hacer lo correcto.

Y su bondad le costó la vida.


IV. EL TESTIGO INVISIBLE

Entre los arbustos, los agentes encontraron algo más:
un teléfono que no era de Lía.

Videos.
Audios.
Mensajes.

Registros de lo ocurrido.
De cada minuto que la joven luchó por volver con su familia.

Mientras los peritos analizaban todo, un murmullo crecía entre la gente.
La madre de Lía, de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, parecía sostener al mundo entero solo con su respiración.

—“Mi niña no merecía esto…” —murmuró, sin lágrimas, porque ya no le quedaban.


V. LAS HORAS MÁS LARGAS DE LA CIUDAD

Cuando amaneció, el sol salió tímido, como si también sintiera vergüenza de iluminar una tragedia tan injusta.
Los niños que antes jugaban en la calle miraban desde las ventanas.
Los vecinos se abrazaban sin decir palabra.

Y en medio de todo, yo escribía.
Escribía no solo para informar, sino para intentar que el mundo entendiera que la violencia no empieza con un golpe…
empieza con la indiferencia.

Lía se convirtió, sin querer, en símbolo de eso:
de lo fácil que es destruir un sueño,
de lo frágil que es la línea que separa un día normal de una vida arrancada.


VI. EL FINAL QUE NADIE QUISO LEER

Al caer la tarde, el cuerpo de Lía fue retirado del lugar.
Las luces se apagaron.
La cinta amarilla se guardó.
Pero el vacío… ese no se fue.

Lía tenía solo 19 años.
Quería ser enfermera.
Quería ayudar.
Quería vivir.

Hoy, no contamos solo una noticia.
Contamos una herida.
Una que no cerrará fácilmente.

Yo, Miguel Aranda, escribo esta crónica con el corazón encogido, sabiendo que mañana quizá toque contar otra historia así…

Pero ojalá no.
Ojalá hoy sea la última.

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