Asi se expresaba Doña Melba Segura de Grullón de su hija antes del incidente del Jet Set
Noticias País, Santo Domingo. “La niña de mis ojos, una gotita de agua como su papá”, así definía Doña Melba Segura de Grullón a su hija Alexandra Grullón, antes del trágico evento que segó su vida en el colapso del icónico centro de entretenimiento Jet Set.
Alexandra era la única hija de Melba, y también su orgullo más profundo. En cada palabra de aquella conversación se notaba una mezcla de ternura, respeto y admiración.
No hablaba solo una madre, hablaba una mujer que había visto florecer en su hija el reflejo del hombre que una vez amó y con quien construyó una familia marcada por la entrega a causas sociales.
Alexandra había asumido el rol de vicepresidenta de la fundación familiar, siguiendo los pasos de su padre, como un legado natural y merecido.

“Es incansable, trabajadora, luchadora… una tigra, pero un amor”, decía su madre con una sonrisa de gratitud, consciente de que no todos los herederos de grandes nombres continúan el camino con humildad y compromiso.
Pero Alexandra no necesitaba que le dijeran qué hacer; sentía amor por ayudar, se levantaba temprano para predicar con el ejemplo, y eso, para su madre, era lo que verdaderamente definía su valor.
Desde temprana edad, Melba solo pedía a Dios que su hija fuera buena, una mujer con principios, de corazón noble.

Y Alexandra lo fue, según recordaba con voz entrecortada pero firme. En sus palabras se dibujaba el retrato de una joven con convicción, que disfrutaba del trabajo social, de construir junto a su equipo, de mantener viva la obra de su padre.
Para Melba, ver a su hija compartir las mismas costumbres, los mismos gustos, incluso la misma forma de comer, era como revivir la presencia del padre ausente.
“Son cosas casi innatas… pero también sembradas por su papá”, reflexionaba en voz alta, dándole sentido a la herencia intangible que ahora llevaba Alexandra.

En medio del dolor que ha marcado profundamente a muchas familias, este testimonio cobra mayor fuerza. Alexandra no solo era una figura social o una joven empresaria, era parte de un linaje que entiende la responsabilidad como parte de su esencia.
Y en cada paso que dio, dejó huellas que ahora se convierten en memoria viva para quienes la conocieron y amaron.